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Cómo influye la edad en el sistema inmunológico y cómo cuidarlo

Marta López by Marta López
in Salud General
Cómo influye la edad en el sistema inmunológico y cómo cuidarlo
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El sistema inmunológico es una de las defensas más complejas y esenciales del cuerpo humano, pero su eficacia no permanece constante a lo largo de la vida. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022) publicado en The Lancet, el envejecimiento provoca cambios significativos en la respuesta inmunitaria, un proceso conocido como inmunosenescencia. Este fenómeno puede aumentar la vulnerabilidad a infecciones, enfermedades crónicas y una menor eficacia de las vacunas.

Durante la infancia, el sistema inmunológico aún está en desarrollo, lo que lo hace más susceptible a ciertas infecciones. En la adultez joven, alcanza su punto máximo de eficiencia, pero a partir de los 60 años comienza a experimentar un declive progresivo. Factores como la genética, el estilo de vida y la exposición a agentes externos influyen directamente en este proceso, creando retos importantes para la salud pública, especialmente en poblaciones envejecidas.

Cambios en el sistema inmunológico con la edad

El sistema inmunológico atraviesa transformaciones significativas a lo largo de la vida. Estas variaciones impactan en su capacidad para combatir patógenos y regular procesos inflamatorios. Factores como la maduración, la exposición a antígenos, y el envejecimiento influyen en las distintas etapas inmunológicas. Según la OMS (2022), estos cambios, particularmente la inmunosenescencia, agravan el riesgo de infecciones y enfermedades relacionadas con la edad.

Desarrollo del sistema inmunológico en la infancia

Durante los primeros años de vida, el sistema inmunológico se encuentra en pleno desarrollo. Al nacer, la inmunidad es inmadura y depende significativamente de la transferencia pasiva de anticuerpos maternos a través de la placenta y posteriormente mediante la leche materna. Según un estudio publicado en Nature Reviews Immunology (2018), esta inmunidad pasiva ofrece protección esencial contra infecciones bacterianas y virales durante los primeros seis meses de vida.

La inmunidad innata en los neonatos está activa pero limitada en su especificidad. Las células como macrófagos y neutrófilos presentan una menor actividad fagocítica en comparación con los adultos. Por otro lado, la inmunidad adaptativa, mediada por linfocitos T y B, madura con el tiempo. En el primer año, el timo –principal órgano implicado en la maduración de linfocitos T– alcanza su máximo desarrollo, asegurando la formación de un repertorio diverso de células T y B.

Es importante destacar que la introducción de vacunas en la infancia estimula esta inmunidad adaptativa. Por ejemplo, las vacunas como la triple vírica (sarampión, paperas y rubéola) han demostrado, según datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, 2021), una eficacia del 97 % en la prevención del sarampión, una enfermedad que solía ser mortal para los lactantes.

Alteraciones inmunológicas en la edad adulta

En la adultez joven, el sistema inmunológico alcanza su pico de eficiencia. Durante esta etapa, las respuestas inmunitarias son robustas tanto frente a infecciones como en la producción de inmunidad de memoria tras la exposición a vacunas o infecciones previas. Sin embargo, esta capacidad puede variar según factores como el estilo de vida, el estrés crónico, y la exposición prolongada a agentes externos.

Un mecanismo relevante implica la inflamación sistémica crónica de bajo grado inducida por el estrés oxidativo. Según publicaciones en The Lancet (2020), las dietas desequilibradas, el tabaquismo y la contaminación ambiental activan vías proinflamatorias en células inmunitarias como los macrófagos, redundando en una mayor susceptibilidad a enfermedades inflamatorias como artritis reumatoide o diabetes tipo 2. La obesidad, vinculada a la acumulación de tejido adiposo, también exacerba esta inflamación crónica, modulando negativamente la función inmunitaria innata.

Asimismo, en adultos, la exposición continua a patógenos conduce al agotamiento de linfocitos T de memoria. Este fenómeno hace que en individuos de edades entre 30 y 50 años la respuesta frente a patógenos nuevos sea más lenta. Por ejemplo, un estudio del Instituto Karolinska (2019) observó que el número de linfocitos T vírgenes disponibles se reduce en un 20 % entre los 30 y los 40 años.

Deterioro inmunitario durante la vejez

A partir de los 60 años, el sistema inmunológico sufre un deterioro progresivo denominado inmunosenescencia. Este proceso afecta tanto a la inmunidad innata como a la adaptativa, incrementando la incidencia de enfermedades infecciosas, autoinmunes, y neoplásicas en ancianos.

Uno de los cambios más destacados es la disminución de la funcionalidad del timo, conocido como involución tímica. La producción de linfocitos T vírgenes disminuye significativamente, reduciendo la capacidad del organismo para responder a nuevos antígenos. Por otro lado, aunque los linfocitos B continúan produciéndose en la médula ósea, su capacidad para generar anticuerpos específicos se ve comprometida. Según la Fundación Internacional para el Estudio de la Longevidad (2021), esta disminución en la diversidad de anticuerpos explica la menor eficacia de vacunas entre adultos mayores, como la vacuna contra la gripe, cuya efectividad en ancianos apenas supera el 40 %, según el European Centre for Disease Prevention and Control (ECDC, 2022).

En la inmunidad innata, se observan defectos en la función de neutrófilos y macrófagos, como una menor quimiotaxis y fagocitosis. Estos déficits aumentan el riesgo de infecciones bacterianas como las infecciones urinarias o neumonías. A nivel sistémico, la inflamación crónica de bajo grado –también identificada como inflammaging– contribuye al deterioro inmunitario. Publicaciones de Nature Aging (2020) indican que esta inflamación está mediada por un aumento en citocinas proinflamatorias como IL-6 y TNF-α, relacionadas directamente con la promoción de enfermedades neurodegenerativas y cardiovasculares.

Por otro lado, en personas mayores, la presencia de células senescentes –aquellas que han cesado su ciclo reproductivo pero permanecen metabólicamente activas– altera el microentorno celular e induce disfunciones inmunitarias. Estudios del Instituto Nacional de Envejecimiento (NIA, 2021) atribuyen a estas células un papel en el envejecimiento tisular y en la persistencia de infecciones virales latentes, como ocurre con el virus del herpes zóster que reactiva en adultos mayores para causar herpes.

La investigación actual también resalta el papel del microbioma intestinal en la inmunidad geriátrica. Con la edad, la diversidad microbiota se reduce, afectando la producción de metabolitos inmunomoduladores como los ácidos grasos de cadena corta (SCFAs). Según un estudio en Cell Host & Microbe (2022), estos metabolitos son esenciales para regular el equilibrio entre células reguladoras T y proinflamatorias, lo cual explica por qué su reducción agrava la inflamación sistémica en ancianos.

El cuidadoso manejo de la dieta, ejercicio regular y mejor acceso a inmunoprofilaxis personalizada son estrategias clave para mitigar los efectos adversos del envejecimiento inmunológico en poblaciones mayores.

Factores Que Agravan Los Cambios Inmunológicos Relacionados Con La Edad

El envejecimiento genera una disminución progresiva en la funcionalidad del sistema inmunológico. Sin embargo, este proceso se ve exacerbado por diversas variables externas e internas que potencian la inmunosenescencia, aumentando la susceptibilidad a infecciones, enfermedades autoinmunes y crónicas. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), los factores modificables como el estilo de vida y condiciones preexistentes juegan un papel crucial en el declive inmunológico observado en personas mayores.

Impacto del estilo de vida

Un estilo de vida no saludable afecta directamente el funcionamiento inmunológico, acelerando el envejecimiento del sistema inmune. Hábitos como una dieta desequilibrada, la falta de actividad física, el tabaquismo y la exposición a contaminantes ambientales debilitan la respuesta inmunitaria adaptativa y favorecen procesos inflamatorios crónicos.

  • Alimentación deficiente: La carencia de nutrientes esenciales como vitaminas (C, D, E) y minerales (zinc, selenio) reduce la proliferación y eficiencia de los linfocitos T. Según el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA, 2020), las dietas bajas en antioxidantes favorecen el estrés oxidativo y el daño celular que compromete la inmunidad.
  • Inactividad física: Estudios publicados en Nature Reviews Immunology (2019) reportan que el ejercicio regular modera los marcadores inflamatorios, aumenta la circulación de células inmunes y retarda la inmunosenescencia. La falta de actividad física, por el contrario, incrementa el nivel basal de inflamación, también conocido como inflammaging.
  • Tabaquismo y alcohol: El tabaquismo reduce la capacidad de los macrófagos para fagocitar patógenos y daña la mucosa respiratoria, mientras que el consumo excesivo de alcohol inhibe la producción de citoquinas proinflamatorias esenciales, dejando al sistema inmunitario más expuesto a infecciones respiratorias.
  • Estrés crónico: Según investigaciones de la Clínica Mayo (2018), el estrés prolongado desregula el eje hipotalámico-pituitario-adrenal, lo que genera exceso de cortisol. Este inhibe la actividad de los linfocitos T y NK (natural killer), debilitando la respuesta inmunitaria ante virus y bacterias.

Enfermedades crónicas y su efecto

Las enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes, la obesidad, las patologías cardiovasculares y la insuficiencia renal, agravan el deterioro inmunológico, debido a que potencian la inflamación sistémica y alteran los mecanismos de defensa natural del cuerpo.

  • Diabetes tipo 2: Las personas con diabetes presentan una respuesta inmune atenuada, mostrando una menor capacidad de los neutrófilos para eliminar microorganismos y un retraso en la reparación tisular. Según la Federación Internacional de Diabetes (IDF, 2021), la hiperglucemia crónica también deteriora la función de los linfocitos B, afectando la producción de anticuerpos.
  • Obesidad: La acumulación de tejido adiposo genera un entorno proinflamatorio debido a la mayor producción de citoquinas como TNF-alfa e IL-6. Estudios de The Lancet (2021) destacan que esta inflamación persistente contribuye al envejecimiento prematuro del sistema inmunológico, afectando especialmente la memoria inmunológica.
  • Patologías cardiovasculares: Las enfermedades cardiovasculares inducen un estado inflamatorio crónico que interfiere con los mecanismos de la inmunidad innata. La European Society of Cardiology (ESC) señala que estas alteraciones elevan el riesgo de neumonía y mortalidad por infecciones en personas mayores de 65 años.
  • Insuficiencia renal crónica: Según Kidney International Reports (2020), las personas con insuficiencia renal presentan disfunción de linfocitos T y NK debido al desequilibrio metabólico, lo que las hace más propensas a infecciones graves, especialmente por bacterias y hongos.

Cada uno de estos factores, combinados con el proceso natural de inmunosenescencia, conforma un escenario desfavorable para la salud inmunitaria en etapas avanzadas de la vida.

Consecuencias De Un Sistema Inmunológico Cambiante

El sistema inmunológico evoluciona considerablemente a lo largo de la vida, y estos cambios tienen efectos directos sobre la salud. Durante el envejecimiento, las alteraciones en los componentes inmunitarios incrementan los riesgos de infecciones, reducen la capacidad de respuesta a las vacunas y favorecen condiciones inflamatorias crónicas.

Vulnerabilidad a infecciones

La inmunosenescencia afecta tanto la inmunidad innata como la adaptativa, reduciendo la capacidad del organismo para responder eficazmente a patógenos. Según un estudio publicado por Nature Reviews Immunology (2020), la producción de células T naïve disminuye con la edad debido a la involución del timo, lo que limita la capacidad del sistema inmunológico para reconocer nuevos antígenos. Esto explica por qué las personas mayores son más propensas a infecciones graves como la neumonía y la gripe.

Los macrófagos y neutrófilos, esenciales en la inmunidad innata, también experimentan alteraciones funcionales, como menor actividad fagocítica y migración retardada hacia los sitios de infección. Una investigación de la Universidad de Birmingham (2017) demostró que esta disfunción en las respuestas innatas contribuye al riesgo de sepsis en adultos mayores, especialmente en pacientes hospitalizados.

Las infecciones por virus comunes, como el herpes zóster, también son más frecuentes en edades avanzadas, principalmente debido a la reactivación de virus latentes. Según un informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, 2021), el 30% de las personas mayores de 60 años desarrollan herpes zóster, con riesgos incrementados de neuralgia postherpética, una complicación severa.

Efectividad de las vacunas

La efectividad de las vacunas disminuye con el envejecimiento, debido a la reducción en las respuestas inmunes adaptativas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), la eficacia de la vacuna antigripal en adultos mayores es aproximadamente del 30-40%, en comparación con el 70-90% en individuos jóvenes sanos. Este fenómeno está vinculado a la disminución en la proliferación de linfocitos T y la menor calidad de los anticuerpos generados.

La producción de anticuerpos altamente afinados se ve afectada por el deterioro en el funcionamiento de las células B, lo que limita la capacidad del cuerpo para desarrollar una protección duradera frente a patógenos. Además, una revisión publicada en The Journal of Immunology (2019) señala que la memoria inmunológica desarrollada tras la vacunación puede ser menos efectiva debido a cambios en el microambiente de los ganglios linfáticos.

Estrategias como el desarrollo de vacunas adyuvantes están siendo implementadas para abordar estas limitaciones. Por ejemplo, la vacuna con adyuvante MF59, utilizada en algunas formulaciones contra la gripe estacional, ha mostrado mejorar modestamente las respuestas inmunológicas en personas mayores, según datos de la revista Vaccine (2018).

Estrategias Para Fortalecer El Sistema Inmunológico En Cada Etapa

El sistema inmunológico requiere cuidados específicos a lo largo de la vida para mantener su funcionamiento óptimo y adaptarse a las necesidades de cada etapa. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), implantar medidas preventivas y hábitos saludables contribuye significativamente a mejorar la respuesta inmunitaria, especialmente en poblaciones más vulnerables.

Hábitos saludables en la infancia

Durante la infancia, el sistema inmunológico está en fase de desarrollo. La transmisión de anticuerpos maternos, tanto durante el embarazo como a través de la lactancia, proporciona una inmunidad inicial fundamental. Según un informe de UNICEF (2021), la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses reduce en un 13% la mortalidad infantil al reforzar la respuesta inmunitaria frente a infecciones respiratorias y diarreicas.

Vacunación temprana. Las vacunas protegen contra enfermedades graves estimulando la inmunidad adaptativa. Según datos de la OMS, la cobertura de vacunación infantil ha demostrado reducir en un 80% la incidencia de enfermedades prevenibles, como sarampión y difteria, preservando altos niveles de inmunización en la población general.

Dieta equilibrada. Una alimentación rica en nutrientes fortalece el sistema inmunológico infantil. Vitaminas como A, C y D junto con minerales como el zinc y el hierro son esenciales para el desarrollo de las células de defensa. Por ejemplo, según un estudio publicado en The Journal of Pediatrics (2020), la deficiencia de vitamina D en niños aumenta en un 64% el riesgo de infección respiratoria.

Higiene adecuada. La promoción de prácticas higiénicas, como el lavado frecuente de manos y el manejo seguro de alimentos, ayuda a prevenir infecciones recurrentes que podrían debilitar el sistema inmunitario en esta etapa crítica.

Consejos para adultos y personas mayores

En la adultez joven, el sistema inmunológico está en su máximo rendimiento, pero los factores externos y el estilo de vida pueden influir en su eficacia. Con la edad, especialmente a partir de los 60 años, se produce un deterioro progresivo conocido como inmunosenescencia, que compromete la capacidad del organismo para combatir infecciones y responder a vacunas.

Dieta nutritiva y diversificada. Consumir alimentos ricos en antioxidantes, ácidos grasos omega-3 y probióticos optimiza la función del sistema inmunológico. Según una investigación de la Universidad de Tufts (2018), una dieta basada en frutas, verduras y pescado reduce marcadamente la inflamación sistémica, favoreciendo una mayor regulación inmunitaria, especialmente en adultos mayores.

Actividad física regular. El ejercicio moderado mejora la inmunidad al estimular la circulación y aumentar la producción de células inmunitarias. Según un estudio publicado en Frontiers in Immunology (2019), adultos mayores que realizan al menos 150 minutos semanales de actividad física presentan una mayor respuesta inmunitaria después de la vacunación frente a la gripe.

Manejo del estrés. El estrés crónico debilita el sistema inmunológico al aumentar los niveles de cortisol, lo que reduce la producción de células T y anticuerpos. Técnicas como la meditación o la terapia cognitivo-conductual, según un meta-análisis publicado en Psychological Science (2020), mejoran la regulación hormonal, favoreciendo la respuesta inmunitaria en todas las edades.

Vacunación actualizada. En las personas mayores, enfermedades como la gripe, el neumococo y, más recientemente, el COVID-19, tienen un impacto más severo debido a la inmunosenescencia. Vacunas específicas con adyuvantes diseñados para reforzar la memoria inmunitaria son recomendadas por la OMS para reducir riesgos de complicaciones.

Suplementación bajo indicación médica. Según el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos (NIH, 2023), suplementos como vitamina D, B12 y zinc son útiles en situaciones específicas, especialmente en adultos mayores con déficits nutricionales diagnosticados.

Sueño reparador. Dormir de 7 a 8 horas por noche fortalece la inmunidad. Estudios como el publicado en Sleep (2017) muestran que la privación crónica de sueño reduce la eficacia de las células natural killer (NK), esenciales para la defensa frente a infecciones virales y celulares anormales.

Cuidado del microbioma intestinal. La diversidad microbiana desempeña un papel crucial en la regulación de la inmunidad. Según una revisión de Nature Reviews Immunology (2020), consumir alimentos fermentados y prebióticos favorece la homogeneidad del microbioma, maximizando la eficiencia de las respuestas inmunológicas en edades avanzadas.

Fortalecer el sistema inmunológico a lo largo de la vida requiere enfoques basados en investigaciones que contemplen las particularidades de cada etapa y los desafíos asociados al envejecimiento inmunológico.

Innovaciones Científicas Y Prevención

Los avances científicos recientes han permitido entender mejor cómo la edad influye en el sistema inmunológico. Las investigaciones se están centrando en desarrollar tecnologías y terapias personalizadas para mitigar los efectos del envejecimiento inmunológico y fortalecer las defensas en diferentes etapas de la vida.

Avances en inmunoterapia

La inmunoterapia desempeña un papel crucial en la mejora del sistema inmunológico, especialmente en personas mayores. Según un artículo publicado en Nature Reviews Immunology (2020), los tratamientos inmunoterapéuticos están siendo diseñados para restaurar la función de células T envejecidas. Estas terapias potencian la capacidad de las células inmunitarias para identificar y eliminar patógenos específicos. Por ejemplo, los inhibidores de puntos de control inmunitario se están estudiando en adultos mayores con el objetivo de recuperar respuestas inmunológicas robustas.

Una innovación destacada son las vacunas adyuvantes, como las que contienen el adyuvante AS01 usado en la vacuna contra el herpes zóster. Este compuesto optimiza las respuestas inmunológicas en personas de edad avanzada a través de una activación más eficaz de las células presentadoras de antígenos. Según los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), la vacuna Shingrix, que utiliza este adyuvante, ha mostrado una eficacia del 90 % incluso en mayores de 60 años.

Otra línea de investigación está orientada hacia la manipulación del microbioma intestinal, estrechamente vinculado a la inmunidad. Estudios en Cell Host & Microbe (2019) evidenciaron que trasplantes de microbiota fecal en modelos animales rejuvenecieron las respuestas inmunitarias y mejoraron la resistencia a infecciones. Este enfoque podría ser adaptado como terapias para contrarrestar la inmunosenescencia en humanos.

Nuevas estrategias en la medicina preventiva

En la medicina preventiva, los esfuerzos se centran en identificar biomarcadores específicos que permitan monitorizar el envejecimiento inmunológico. Según un estudio de The Lancet Healthy Longevity (2022), la medición de las concentraciones de citoquinas inflamatorias y la diversidad del repertorio de células T puede predecir la progresión del deterioro inmunitario, facilitando intervenciones tempranas y personalizadas.

La optimización de las vacunas también forma parte fundamental de estas estrategias. Científicos están desarrollando nuevas fórmulas de vacunas, como nanopartículas biocompatibles y plataformas de ARN mensajero (ARNm) dirigidas específicamente a adultos mayores. Por ejemplo, la tecnología utilizada en las vacunas ARNm contra la COVID-19 ha demostrado ser adaptable para modular respuestas inmunológicas dependientes de la edad, según investigaciones del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID, 2021).

Además, se están proponiendo esquemas de suplementación personalizada. La suplementación con vitamina D ha mostrado reducir la inflamación crónica asociada al envejecimiento, señalada como causa principal de inmunosenescencia, tal como refieren estudios publicados en The American Journal of Clinical Nutrition (2020). Asimismo, los péptidos miméticos derivados de la timulina—a hormona del timo envejecido—se analizan como herramientas para promover una mejor función de las células inmunitarias.

Finalmente, programas de salud pública están adoptando enfoques multidisciplinarios, combinando actividades de promoción de hábitos saludables con tecnologías de monitoreo, como aplicaciones móviles que evalúan parámetros inmunológicos en tiempo real. Estas estrategias buscan alargar el período de inmunocompetencia en poblaciones mayores y reducir la carga global de enfermedades infecciosas y crónicas.

Resumen de hallazgos recientes

Innovación científica Aporte al sistema inmunológico Referencia
Vacunas adyuvantes (AS01 – Shingrix) Mejora las respuestas inmunitarias en mayores de 60 años CDC (2021)
Terapias basadas en microbioma Restauración de la función inmune a través de trasplantes bacterianos Cell Host & Microbe (2019)
Tecnología de ARNm adaptada Modulación inmunitaria específica para adultos mayores NIAID (2021)
Medición de biomarcadores inmunitarios Predicción del deterioro inmunológico para intervenciones personalizadas Lancet Healthy Longevity (2022)
Suplementación con vitamina D y timulina Reducción de inflamación crónica e inmunosenescencia Am. J. Clin. Nutr. (2020)

Las innovaciones científicas en inmunoterapia y la medicina preventiva son fundamentales para mejorar la salud inmunitaria, especialmente en poblaciones vulnerables al envejecimiento.

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Tengo 52 años y desde siempre me apasiona la fitoterapia. Me formé en el ámbito de la salud y, desde niña, descubrí el poder de las plantas en casa. Crecí rodeada de naturaleza y de personas que sabían escucharla. Me encanta combinar ciencia y tradición para mejorar el bienestar en el día a día. Aquí comparto lo que he aprendido, entre experiencias personales y consejos prácticos.

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