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Causas de la retención de líquidos en el cuerpo y cómo prevenirla

Marta López by Marta López
in Bienestar Físico
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La retención de líquidos, conocida médicamente como edema, es una acumulación anormal de fluidos en los tejidos del cuerpo que puede generar inflamación y sensación de pesadez. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este problema afecta a una parte significativa de la población, especialmente a personas con enfermedades crónicas, mujeres durante ciertas etapas hormonales y quienes llevan un estilo de vida sedentario.

Entre las principales causas se encuentran desequilibrios en el sistema linfático, trastornos cardíacos, renales o hepáticos, así como factores relacionados con la dieta, como el exceso de sodio. Además, condiciones como el embarazo, el uso de ciertos medicamentos o cambios hormonales también pueden contribuir a su aparición. Identificar los factores subyacentes es clave para prevenir complicaciones y mejorar la calidad de vida.

Este artículo explora las causas más comunes de la retención de líquidos, ofreciendo un enfoque claro y respaldado por evidencia científica.

Qué es la retención de líquidos

La retención de líquidos, también conocida como edema, hace referencia a la acumulación excesiva de fluidos en los espacios intersticiales de los tejidos o en las cavidades corporales. Este fenómeno ocurre cuando el equilibrio entre la filtración y la reabsorción de líquidos por los capilares sanguíneos se altera, dificultando su eliminación adecuada por el sistema linfático. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), este problema afecta aproximadamente al 20% de la población adulta, siendo más prevalente en mujeres y personas mayores.

El mecanismo fisiológico subyacente incluye la interacción entre la presión hidrostática, la presión oncótica y la permeabilidad capilar. Cuando estas fuerzas se descompensan, como en casos de insuficiencia cardíaca congestiva o enfermedades renal y hepática, el líquido se filtra hacia los tejidos. Un estudio publicado en The New England Journal of Medicine (2020) señala que esta condición puede formar parte de patologías crónicas o transitorias, con causas multifactoriales que van desde niveles hormonales hasta alteraciones en la dieta y sedentarismo.

La clasificación del edema ayuda a comprender mejor su origen. Por ejemplo, el edema localizado suele centrarse en áreas específicas como las extremidades inferiores, asociado a insuficiencia venosa o linfedema. En cambio, el edema generalizado afecta todo el organismo y puede deberse a condiciones sistémicas como el síndrome nefrótico o la cirrosis hepática. Además, existe el edema idiopático, en el cual la causa no es completamente clara pero afecta predominantemente a mujeres en edad fértil.

La retención de líquidos, aunque a menudo considerada un síntoma leve, puede reflejar patologías subyacentes graves cuando persiste sin tratamiento. Identificar los factores causales y comprender los mecanismos implicados son pasos claves para implementar estrategias terapéuticas efectivas y prevenir complicaciones severas.

Factores Principales De La Retención De Líquidos En El Cuerpo

La retención de líquidos, también conocida como edema, resulta de un desequilibrio en los procesos fisiológicos encargados de mantener el balance de líquidos en el cuerpo. Diversos factores pueden influir en esta condición, desde hábitos alimenticios hasta alteraciones hormonales o la falta de actividad física. A continuación, se desarrollan estos factores con referencias a la evidencia científica disponible.

Dieta alta en sodio

Un consumo excesivo de sodio afecta directamente el equilibrio hídrico del cuerpo. El sodio, presente principalmente en la sal de mesa y alimentos procesados, regula la presión osmótica y, en exceso, provoca la acumulación de líquidos en los tejidos. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020), la ingesta habitual de sodio en la población global supera los 5 gramos diarios recomendados, lo que incrementa el riesgo de edemas.

El mecanismo subyacente radica en la retención de agua mediada por el sodio. Cuando la concentración de sodio aumenta, los riñones intentan restaurar el equilibrio reabsorbiendo más agua, lo que incrementa el volumen de líquido extracelular. Además, estudios como el publicado en The American Journal of Clinical Nutrition (2018) han demostrado que una dieta rica en alimentos salados puede causar inflamación en las extremidades inferiores tras solo 3 a 5 días de consumo excesivo.

Para mitigar este factor, resulta fundamental reducir el consumo de alimentos precocinados, embutidos, salsas industriales y snacks salados, que son los principales contribuyentes al alto contenido de sodio en la dieta moderna.

Falta de actividad física

La inmovilidad prolongada o la falta de ejercicio agravan la acumulación de líquidos al inhibir el retorno venoso y linfático. Durante la contracción muscular, especialmente en las extremidades inferiores, los músculos actúan como una bomba que impulsa la sangre y los líquidos desde las venas hacia el corazón. Sin este mecanismo, los líquidos tienden a acumularse en los tejidos periféricos. Una revisión publicada en la revista Circulation (2017) destaca que el edema es frecuente en personas que pasan largas horas sentadas o de pie, como trabajadores de oficina o asistentes de vuelo.

Además, el sedentarismo afecta la función del sistema linfático, disminuyendo la reabsorción de líquido intersticial. En este sentido, la actividad física regular, como caminar o realizar ejercicios aeróbicos ligeros, favorece el drenaje linfático, reduciendo significativamente la retención de líquidos.

Es relevante mencionar que, según la OMS (2022), un adulto promedio debería realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada por semana para promover una circulación saludable y prevenir complicaciones vinculadas al edema y otras patologías cardiovasculares.

Cambios hormonales

Las fluctuaciones hormonales, especialmente relacionadas con las etapas reproductivas femeninas, influyen en los niveles de líquidos corporales. La progesterona, una hormona clave en el ciclo menstrual y el embarazo, promueve la retención de sodio y agua, alterando el equilibrio hídrico. Según un estudio realizado por la Clínica Mayo (2019), es común que las mujeres experimenten edema durante la fase lútea del ciclo menstrual debido a este mecanismo.

En el embarazo, los altos niveles de estrógenos y progesterona, combinados con la presión ejercida por el útero agrandado sobre las grandes venas abdominales, suelen causar hinchazón en las piernas y tobillos, especialmente a partir del tercer trimestre. Paralelamente, durante la menopausia, los cambios endocrinos también afectan la distribución de líquidos, aumentando la prevalencia de edema en mujeres posmenopáusicas.

Si bien estos cambios hormonales son naturales, pueden agravarse por la dieta o la falta de actividad física, como se discutió anteriormente. Estudios como el publicado en Journal of Endocrinology (2021) confirman que la modificación de hábitos saludables y el manejo del estrés hormonal contribuyen a aliviar los síntomas de retención asociados con estas fases.

En conclusión, abordar factores como el consumo de sodio, el sedentarismo y las fluctuaciones hormonales permite minimizar los efectos de la retención de líquidos en la población general.

Condiciones Médicas Asociadas

Existen diversas condiciones médicas que contribuyen a la retención de líquidos en el cuerpo. Estas alteraciones afectan el equilibrio fisiológico de los fluidos, dificultando su circulación y eliminación adecuada a través del sistema venoso o linfático. A continuación, se describen las más relevantes.

insuficiencia cardiaca

La Insuficiencia Cardiaca limita la capacidad del corazón para bombear sangre de manera eficiente, lo que ocasiona que el líquido se acumule en los tejidos corporales, especialmente en las extremidades inferiores y los pulmones. Según un informe de la Sociedad Europea de Cardiología en 2021, aproximadamente el 2-3% de la población mundial sufre insuficiencia cardíaca, cifra que supera el 10% en personas mayores de 70 años.

El mecanismo subyacente radica en el aumento de la presión venosa central y la disminución del gasto cardíaco. Esto provoca una mayor filtración de plasma hacia los tejidos periféricos debido al aumento de la presión hidrostática capilar, generando edema. Este tipo de retención de líquidos puede manifestarse como edema periférico (en pies y tobillos) o edema pulmonar en casos más severos, lo que puede derivar en disnea y fatiga.

Además, estudios publicados en Journal of the American College of Cardiology (2020) sugieren que el tratamiento con diuréticos y el manejo de los niveles de sodio en la dieta son esenciales para reducir la acumulación de líquido en pacientes con insuficiencia cardíaca congestiva. La detección temprana y el manejo médico adecuado son cruciales para evitar complicaciones graves.

enfermedades renales

Las enfermedades renales crónicas afectan la capacidad de los riñones para filtrar y excretar líquidos y electrolitos, lo que favorece la retención de líquidos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2023, entre el 8 y el 10% de la población mundial presenta algún grado de disfunción renal, siendo el edema uno de los primeros signos clínicos en etapas avanzadas.

Fisiológicamente, los riñones regulan el volumen de líquidos en el cuerpo a través de la excreción de sodio y agua. En condiciones como la nefropatía diabética o la glomerulonefritis, existe una disminución de la tasa de filtración glomerular, lo que resulta en la acumulación de fluidos en el espacio extracelular. Este edema suele manifestarse de manera notable en el rostro (especialmente alrededor de los ojos) y en las extremidades inferiores.

En 2019, un estudio de la Clínica Mayo documentó que los niveles elevados de albúmina en la orina, consecuencia de un daño en los glomérulos renales, son un indicador temprano de problemas renales relacionados con edemas. El manejo de las enfermedades renales incluye la restricción de sodio, el tratamiento farmacológico y, en casos avanzados, la diálisis para eliminar el exceso de líquidos.

insuficiencia venosa

La insuficiencia venosa crónica ocurre cuando las válvulas de las venas, especialmente en las extremidades inferiores, no funcionan adecuadamente, lo que conduce a un estancamiento de la sangre y una acumulación de líquidos en los tejidos. Según la Sociedad Internacional de Flebología (2022), esta condición afecta al 25% de las mujeres y al 15% de los hombres a nivel mundial, siendo más común en personas mayores de 50 años.

Este trastorno provoca un aumento de la presión venosa en las piernas, lo que incrementa la salida de líquido desde los capilares hacia el espacio intersticial. Como resultado, los pacientes suelen experimentar edema en las piernas, que empeora tras largos periodos de pie o sentado. Otros síntomas frecuentes incluyen pesadez, dolor y cambios en la coloración de la piel.

Investigaciones publicadas en The Lancet (2021) concluyen que la compresión graduada mediante medias especiales y el ejercicio físico regular mejoran el retorno venoso y reducen el edema asociado a esta patología. La prevención, combinada con cuidados médicos especializados, es fundamental para evitar complicaciones como úlceras venosas.

Estilo De Vida Y Hábitos Diarios

Los estilos de vida y ciertos hábitos pueden actuar como factores desencadenantes o agravantes de la retención de líquidos en el cuerpo. Cambios negativos en las rutinas diarias afectan los mecanismos fisiológicos que regulan el equilibrio hídrico y el sistema circulatorio. A continuación, se explican algunos de estos factores clave.

Sedentarismo

El sedentarismo afecta directamente el retorno venoso y linfático, lo que favorece la acumulación de líquidos, especialmente en las extremidades inferiores. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020), aproximadamente el 25% de los adultos en el mundo realizan niveles insuficientes de actividad física. Este comportamiento reduce la contracción muscular necesaria para estimular el flujo sanguíneo hacia el corazón, provocando estasis venosa.

El mantenimiento prolongado de posturas sedentarias, como estar sentado o de pie durante largos períodos, comprime parcialmente las venas principales de las piernas, afectando el drenaje linfático. Esto genera edema periférico, que puede manifestarse como hinchazón en los tobillos o los pies. Incentivar la actividad física moderada, como caminatas regulares o ejercicios de bajo impacto, contribuye a reducir este riesgo.

Un estudio publicado en el Journal of Vascular Surgery (2018) demostró que prácticas como caminar durante 10 minutos cada hora de trabajo sedentario mejoran el retorno venoso en un 40% en adultos sanos. Además, el ejercicio cardiovascular regular incrementa la eficiencia del sistema linfático, facilitando la eliminación de líquidos acumulados.

Consumo excesivo de alcohol

El consumo excesivo de alcohol altera la homeostasis de líquidos en el cuerpo. Según datos del European Journal of Clinical Nutrition (2020), el alcohol impacta la función renal al inhibir la hormona antidiurética (ADH), lo que inicialmente incrementa la micción. Sin embargo, a largo plazo, su consumo recurrente puede provocar retención de líquidos debido a efectos compensatorios del organismo.

El alcohol también causa inflamación en los tejidos debido a su impacto oxidativo, aumentando la permeabilidad capilar y favoreciendo el paso de fluidos al espacio intersticial. Este mecanismo explica la hinchazón evidente en áreas como el rostro y los miembros inferiores tras un consumo excesivo. Además, el alcohol en grandes cantidades interfiere con la función hepática, lo que puede exacerbar la acumulación de líquidos en personas con enfermedades hepáticas preexistentes.

Un informe de la OMS (2022) señaló que el consumo per cápita de alcohol en Europa es de unos 9,5 litros anuales, lo que representa un factor de riesgo directo para múltiples condiciones, incluidas aquellas asociadas al sistema circulatorio y linfático. Reducir el consumo a niveles moderados, como los recomendados por las guías de salud pública, puede limitar estos efectos negativos sobre la retención de líquidos.

Uso de ropa ajustada

El uso habitual de ropa excesivamente ajustada impacta mecánicamente la circulación sanguínea y el sistema linfático. Esto ocurre porque prendas como pantalones ceñidos, fajas apretadas o calcetines con elástico elevado comprimen parcialmente las venas y los vasos linfáticos superficiales, dificultando el drenaje adecuado de los líquidos corporales.

Al restringir el flujo sanguíneo, aumenta la presión hidrostática en las extremidades inferiores, lo que puede contribuir al desarrollo de edema localizado. En un estudio de la Universidad Médica de Viena (2019), se observó que individuos que usaban ropa restrictiva durante más de 8 horas diarias presentaban un aumento del 15% en la retención de líquidos en las piernas en comparación con aquellos con ropa más holgada.

El patrón repetitivo de compresión y estasis linfática potencia el riesgo de acumulación crónica de líquidos. Optar por tejidos elásticos y prendas cómodas mejora la dinámica circulatoria y previene complicaciones atribuibles a la compresión prolongada.

Referencias al estilo de vida

Diversos factores cotidianos como el Sedentarismo, el Consumo Excesivo De Alcohol, y las prendas ajustadas exacerban problemas circulatorios y linfáticos, promoviendo la retención de líquidos. Incorporar prácticas saludables en la rutina diaria, como actividad física regular, moderación en la ingesta de alcohol, y la elección de ropa adecuada, puede reducir significativamente los riesgos asociados al edema.

Estrategias Para Reducir La Retención De Líquidos

Optimización de la dieta

Reducir el consumo de sodio es fundamental para minimizar la retención de líquidos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), la ingesta diaria de sodio no debería superar los 2 gramos, lo que equivale a 5 gramos de sal al día. Evitar alimentos procesados, embutidos y snacks altos en sodio puede ayudar significativamente. Incluir alimentos ricos en potasio, como plátanos, espinacas y aguacates, contrarresta los efectos del sodio al promover el equilibrio de líquidos intracelulares y extracelulares.

Aumentar la ingesta de agua es esencial, ya que la deshidratación puede llevar al cuerpo a retener líquidos como mecanismo de compensación. Consumir un mínimo de 1,5 a 2 litros de agua diaria, dependiendo de factores como el peso corporal y la actividad física, mantiene la adecuada función renal.

Incremento de la actividad física

Practicar ejercicio regular mejora el retorno venoso y linfático, reduciendo la acumulación de líquidos, especialmente en extremidades inferiores. Según un artículo publicado en Journal of Applied Physiology (2020), caminar 30 minutos al día favorece el flujo sanguíneo y linfático, disminuyendo el edema periférico. Actividades como natación, yoga y pilates son especialmente recomendadas por su efecto positivo en la circulación.

Evitar periodos prolongados de inactividad, como estar sentado o de pie por mucho tiempo, minimiza el riesgo de estasis venosa. Realizar pausas activas cada 30-60 minutos, incluso al estar en oficinas o viajes prolongados, puede promover el drenaje linfático.

Uso de técnicas de compresión

La terapia de compresión, mediante medias compresivas o vendas elásticas, promueve la circulación sanguínea en las extremidades, reduciendo la acumulación local de líquidos. Un estudio publicado en European Heart Journal (2021) demostró que la compresión graduada reduce significativamente la retención de líquidos en pacientes con insuficiencia venosa crónica.

Es crucial elegir la compresión adecuada según la recomendación médica o fisioterapéutica, ya que una presión excesiva podría obstruir en lugar de favorecer el flujo sanguíneo y linfático.

Control de factores hormonales

Las fluctuaciones hormonales afectan la retención de líquidos, especialmente en mujeres. Durante el síndrome premenstrual (SPM), los niveles de estrógeno y progesterona alteran la permeabilidad capilar y el equilibrio de electrolitos, favoreciendo el edema. La Society of Endocrinology (2020) señala que el uso de anticonceptivos de dosis bajas puede mitigar el impacto hormonal, aunque siempre bajo supervisión médica.

En el embarazo, donde también se presentan cambios hormonales, mantener una dieta balanceada y realizar ejercicios de bajo impacto reduce la incidencia de edema, principalmente en el tercer trimestre.

Estrategias naturales y hábitos diarios

El consumo de plantas diuréticas naturales, como diente de león, cola de caballo y perejil, puede favorecer la eliminación de líquidos. Según un análisis de Phytotherapy Research (2018), estas hierbas aumentan la diuresis sin alterar el balance electrolítico de manera significativa. Su uso debe ser moderado para evitar efectos secundarios, como deshidratación.

Evitar prendas ajustadas que compriman extremidades o cintura mejora la circulación venosa y linfática, reduciendo el riesgo de edema localizado. Optar por ropa cómoda resulta especialmente útil para quienes pasan largos periodos en posición estática.

Reducir el consumo excesivo de alcohol también es clave, dado que este desequilibra el nivel de líquidos en el cuerpo y aumenta la inflamación tisular. Moderar la ingesta de alcohol a un nivel equivalente al recomendado por la OMS, de no más de 2-3 unidades al día, minimiza estos efectos.

Uso adecuado de diuréticos

Los diuréticos farmacológicos, recetados por un médico, pueden ser efectivos para tratar edemas asociados a condiciones médicas subyacentes, como insuficiencia cardíaca o renal. Según la American Heart Association (AHA, 2021), los diuréticos de asa como la furosemida son específicos para casos con acumulación severa, mientras que los diuréticos tiazídicos se usan para manejos menos intensos.

El uso prolongado de diuréticos debe controlarse estrictamente para evitar pérdida de electrolitos esenciales, como potasio, que podría agravar desequilibrios en el organismo.

Gestión del estrés y prevención del sueño insuficiente

Los niveles elevados de cortisol, asociados al estrés crónico, alteran la retención de sodio y agua en el cuerpo. Técnicas como mindfulness, meditación y ejercicios de respiración profunda reducen significativamente la secreción de esta hormona, promoviendo un balance hídrico saludable.

Dormir al menos 7 horas diarias mejora la función linfática y disminuye la inflamación sistémica, según un estudio de Sleep Medicine Reviews (2019). La mejora en los patrones de sueño optimiza la excreción de líquidos acumulados.

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Tengo 52 años y desde siempre me apasiona la fitoterapia. Me formé en el ámbito de la salud y, desde niña, descubrí el poder de las plantas en casa. Crecí rodeada de naturaleza y de personas que sabían escucharla. Me encanta combinar ciencia y tradición para mejorar el bienestar en el día a día. Aquí comparto lo que he aprendido, entre experiencias personales y consejos prácticos.

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