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Hábitos que afectan a las hormonas femeninas y cómo equilibrarlas

Marta López by Marta López
in Salud Sexual y Hormonal
Hábitos que afectan a las hormonas femeninas y cómo equilibrarlas
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El equilibrio de las hormonas femeninas es esencial para la salud física y emocional. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos hormonales afectan a millones de mujeres en todo el mundo y están relacionados con problemas como irregularidades menstruales, infertilidad y alteraciones en el estado de ánimo. Aunque algunos factores son genéticos o médicos, ciertos hábitos cotidianos pueden influir significativamente en el sistema endocrino.

Estudios recientes publicados en The Lancet destacan cómo el estrés crónico, la falta de sueño y una alimentación desequilibrada pueden alterar la producción de hormonas clave como los estrógenos y la progesterona. Además, la exposición a disruptores endocrinos presentes en productos químicos del entorno también representa un desafío creciente. Identificar y modificar estos hábitos resulta crucial para prevenir desequilibrios hormonales y promover una mejor calidad de vida.

Este artículo explora las prácticas más comunes que impactan en las hormonas femeninas y cómo abordarlas de forma efectiva.

Qué son las hormonas femeninas y su importancia

Las hormonas femeninas son sustancias químicas producidas principalmente por las glándulas endocrinas, como los ovarios, las glándulas suprarrenales y, en menor medida, la hipófisis. Estas moléculas son esenciales para la regulación de múltiples funciones fisiológicas relacionadas con el sistema reproductivo, el metabolismo, el estado de ánimo y la salud ósea. Entre las principales hormonas se encuentran el estrógeno, la progesterona y los andrógenos como la testosterona en cantidades menores. Según la Sociedad Endocrina (2021), estas hormonas interactúan de forma compleja para mantener un equilibrio dinámico en el cuerpo femenino.

Estrógeno y su rol principal

El estrógeno es clave para el desarrollo de características sexuales secundarias y la regulación del ciclo menstrual. Actúa sobre los tejidos del útero, las glándulas mamarias y huesos, fomentando el crecimiento y la formación de masa ósea. Durante la pubertad, su producción aumenta significativamente, estableciendo patrones de fertilidad y cambios físicos esenciales. Investigaciones publicadas en Nature Reviews Endocrinology (2018) indican que el estrógeno también tiene efectos protectores cardiovasculares, contribuyendo a mantener niveles saludables de colesterol.

Cuando el equilibrio de estrógenos se altera, pueden aparecer trastornos como la menstruación irregular, los sofocos asociados con la menopausia y un mayor riesgo de osteoporosis. Un exceso de estrógeno puede estar vinculado a enfermedades como la endometriosis y ciertos tipos de cánceres hormonodependientes, mientras que niveles bajos suelen provocar infertilidad o síndrome de ovario poliquístico (SOP).

Progesterona y su función en la reproducción

La progesterona es otra hormona fundamental, producida principalmente en los ovarios tras la ovulación. Su principal función es preparar el revestimiento uterino para una posible implantación embrionaria. Además, regula el equilibrio del ciclo menstrual apoyando la fase lútea. Cuando se logra un embarazo, los niveles de progesterona se mantienen altos para sustentar la gestación, mientras que descensos abruptos pueden causar abortos espontáneos.

Estudios del Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism (2020) subrayan que la progesterona ejerce un efecto modulador en el sistema nervioso central, ayudando a reducir la ansiedad y estabilizar el estado de ánimo. Por tanto, la insuficiencia de esta hormona puede manifestarse en síntomas como depresión premenstrual o dificultad para concebir.

Rol secundario, pero crucial, de los andrógenos

Aunque los andrógenos, como la testosterona, son comúnmente asociados al sexo masculino, también desempeñan funciones importantes en las mujeres. Favorecen la densidad ósea, el deseo sexual y la conversión a estrógenos mediante procesos enzimáticos. Sin embargo, según el Endocrine Society Clinical Practice Guidelines (2019), un exceso puede derivar en sintomatologías como acné, hirsutismo y alopecia androgénica, característicos del síndrome de ovario poliquístico (SOP).

La interacción entre andrógenos y otras hormonas reflejan la necesidad de un balance adecuado, ya que niveles erráticos pueden perturbar procesos metabólicos y reproductivos. La producción alterada de andrógenos, además, se vincula con resistencia a la insulina, incrementando riesgos de diabetes tipo 2.

Hormonas y regulación metabólica

El sistema endocrino femenino también controla el metabolismo energético a través de hormonas como la insulina, el cortisol y la leptina. La insulina, segregada por el páncreas, regula los niveles de glucosa en sangre, mientras que el cortisol, liberado por las glándulas suprarrenales, influye en la respuesta al estrés y en la acumulación de grasa abdominal. Alteraciones de estas hormonas pueden provocar desequilibrios metabólicos, aumentando el riesgo de obesidad, hipertensión y enfermedades cardiovasculares en mujeres.

La leptina, producida por el tejido adiposo, interactúa con el hipotálamo para regular el apetito y el gasto energético. Datos de The International Journal of Obesity (2017) destacan su relación con la fertilidad, puesto que niveles normales de leptina son esenciales para la ovulación. Mujeres con bajo porcentaje graso, como atletas de élite, suelen experimentar amenorrea secundaria por deficiencia de esta hormona.

Importancia del equilibrio hormonal en las diferentes etapas de la vida

Desde la pubertad hasta la menopausia, las mujeres atraviesan cambios hormonales significativos que afectan múltiples aspectos de su bienestar. Durante la pubertad, el aumento de estrógenos y progesterona inicia transformaciones físicas y establece la capacidad reproductiva. En la edad fértil, estas hormonas fluctúan cíclicamente para regular los ciclos ovulatorios. En la menopausia, una disminución sostenida de estrógenos origina efectos como osteoporosis, sofocos y cambios emocionales.

El embarazo también representa una etapa de cambios complejos, en la que predominan hormonas como la gonadotropina coriónica humana (HCG), la prolactina y niveles elevados de progesterona y estrógenos. Estos ajustes metabólicos y hormonales no solo facilitan la gestación, sino que preparan al cuerpo para la lactancia y posteriores recuperaciones.

Impacto del desequilibrio hormonal en la calidad de vida

Un desequilibrio en las hormonas femeninas puede provocar problemas que van desde síntomas leves, como fatiga o irritabilidad, hasta condiciones graves, como infertilidad. Según la OMS (2022), más de 116 millones de mujeres en todo el mundo padecen SOP, siendo esta una de las principales causas de trastornos hormonales. Factores como una dieta alta en carbohidratos refinados, el estrés crónico y la falta de actividad física contribuyen a estos desequilibrios.

El control del equilibrio hormonal fomenta una mejor calidad de vida, ya que reduce el riesgo de complicaciones asociadas con enfermedades endocrinas y metabólicas. Cambios simples, como una dieta balanceada, control del estrés y actividad física moderada, pueden apoyar la producción natural de las hormonas y prevenir sus alteraciones, tal como destaca un artículo de Journal of Women’s Health (2021).

Hábitos Alimenticios

Los Hábitos Alimenticios impactan significativamente en el equilibrio de las hormonas femeninas. Una dieta desequilibrada puede alterar los niveles hormonales, causando desajustes que afectan funciones como el metabolismo, el ciclo menstrual y la fertilidad. Factores como el consumo excesivo de azúcares, alimentos procesados y la falta de nutrientes esenciales están relacionados con este desequilibrio, según investigaciones recientes.

Dietas altas en azúcar

El consumo excesivo de azúcares simples eleva la producción de insulina, una hormona crucial para regular el metabolismo de la glucosa. Cuando las dietas son ricas en azúcares, se genera una hiperinsulinemia crónica, que no solo puede conducir a la resistencia a la insulina sino también a un impacto en hormonas reproductivas como el estrógeno y la testosterona. Según un estudio de la Asociación Americana de Endocrinólogos Clínicos (AACE, 2020), niveles altos de insulina están asociados con un aumento del estrógeno activo debido a la reducción de una proteína llamada globulina transportadora de hormonas sexuales (SHBG, por sus siglas en inglés).

Además, la ingesta frecuente de alimentos con alto índice glucémico (IG) está vinculada a desórdenes como el síndrome de ovario poliquístico (SOP), una condición que afecta al 10-15% de las mujeres en edad reproductiva, según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022). Este síndrome puede generar irregularidades menstruales, infertilidad y aumento de andrógenos. Reducir el consumo de azúcar refinado y optar por carbohidratos complejos, como avena o legumbres, ayuda a estabilizar los niveles de glucosa y mejora el equilibrio hormonal.

Consumo excesivo de alimentos procesados

Los alimentos ultraprocesados contienen altos niveles de grasas trans, azúcares añadidos, sal, conservantes y aditivos químicos que pueden actuar como disruptores endocrinos. Según una investigación publicada en Frontiers in Nutrition (2020), el consumo de estas sustancias altera la producción hormonal, afectando especialmente a las hormonas tiroideas, esteroides sexuales y cortisol. La exposición crónica a estos compuestos puede provocar inflamación sistémica, un factor que contribuye al desarrollo de resistencia a la insulina y problemas metabólicos.

Por ejemplo, las dietas ricas en grasas trans reducen la sensibilidad a la insulina y alteran la señalización de leptina, una hormona que regula el apetito y la distribución de grasa corporal. Según un análisis de 2019 del Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) de España, estos cambios hormonales aumentan el riesgo de obesidad y desequilibrios en el eje hipotalámico-hipofisario. Así, favorecer alimentos frescos y naturales, como verduras, frutas, proteínas magras y grasas saludables, apoya una regulación hormonal eficiente.

Falta de nutrientes clave

La ausencia de micronutrientes esenciales como el magnesio, el zinc, las vitaminas del grupo B y los ácidos grasos omega-3 afecta negativamente a la producción y función de muchas hormonas. Por ejemplo, el magnesio participa en más de 300 reacciones bioquímicas, incluida la síntesis de estrógeno y progesterona. Un informe de la Universidad de Oregón (2021) concluye que el déficit de magnesio está relacionado con el estrés crónico al aumentar los niveles de cortisol, lo que interfiere con el ciclo menstrual.

La deficiencia de ácidos grasos omega-3, presentes en pescados como el salmón y las nueces, también influye en el equilibrio hormonal, particularmente en la producción de prostaglandinas. Las prostaglandinas derivadas de omega-3 tienen propiedades antiinflamatorias, mientras que las derivadas de grasas saturadas promueven la inflamación, lo que puede exacerbar síntomas de condiciones como la endometriosis. Asimismo, las vitaminas del grupo B, especialmente la B6, desempeñan un papel crucial en la regulación de neurotransmisores como la serotonina, que impactan directamente en el estado de ánimo y el bienestar hormonal.

Incorporar alimentos ricos en estos nutrientes, como frutos secos, semillas, vegetales de hoja verde y pescado, contribuye al sostenimiento hormonal. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, 2018), una dieta balanceada con estos elementos fortalece el sistema endocrino y reduce riesgos asociados a desórdenes hormonales.

Estilo De Vida Y Rutinas Diarias

El estilo de vida y las rutinas diarias tienen un impacto directo en las hormonas femeninas, influyendo en sistemas como el metabolismo, la función reproductiva y la regulación del estado de ánimo. Ajustar hábitos perjudiciales puede contribuir significativamente al equilibrio hormonal, según investigaciones recientes publicadas en Endocrinology.

Estrés crónico

El Estrés Crónico activa de manera persistente el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), lo que conduce a una liberación excesiva de cortisol, conocida como la hormona del estrés. Según un informe de la Universidad de California (2020), una sobreproducción de cortisol puede interferir con los niveles de estrógeno y progesterona, alterando la ovulación y los ciclos menstruales.

De manera concreta, el cortisol compite con la progesterona, lo que puede reducir la generación de esta última, impactando negativamente en el equilibrio hormonal femenino. Este fenómeno puede manifestarse en síntomas como irregularidades menstruales, infertilidad y alteraciones en el estado de ánimo.

Se han documentado estrategias eficaces para aliviar el estrés, como la meditación, que según la Clínica Mayo disminuye los niveles de cortisol en un 20% al practicarla consistentemente durante 8 semanas. Además, actividades como el yoga o el uso de técnicas de respiración profunda ayudan a mitigar la sobrecarga del eje HHA, promoviendo un equilibrio hormonal más estable.

Falta de sueño

La falta de sueño crónica se asocia con alteraciones en las hormonas reguladoras del metabolismo y la función reproductiva, incluyendo la insulina, el estrógeno, la leptina y la grelina. Según datos de la National Sleep Foundation (2021), dormir menos de 6 horas por noche puede desencadenar alteraciones hormonales al afectar el ritmo circadiano, lo que desequilibra procesos endocrinos esenciales.

Durante el sueño profundo, se produce mayor liberación de hormona del crecimiento y se regula la secreción de cortisol. La privación del sueño puede aumentar los niveles de cortisol matutino y disminuir la producción de melatonina, lo que, a su vez, desregula otras hormonas como el estrógeno y la progesterona. Este mecanismo multiplica el riesgo de desarrollar síndrome de ovario poliquístico (SOP) y añade dificultades para concebir, según un artículo publicado en Nature Reviews Endocrinology.

La higiene del sueño, como mantener un horario regular para acostarse y despertarse y evitar pantallas antes de dormir, contribuye a recuperar la estabilidad hormonal. Además, según un estudio del Instituto Karolinska (2017), mejorar la calidad del sueño incrementa la sensibilidad a la insulina y disminuye la resistencia metabólica, reduciendo el riesgo de trastornos hormonales asociados.

Baja actividad física

La Baja Actividad Física está vinculada con desbalances hormonales que afectan tanto el metabolismo energético como la función reproductiva. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), un estilo de vida sedentario aumenta el riesgo de desequilibrios en la insulina y los estrógenos, promoviendo problemas como obesidad, resistencia a la insulina y fertilidad reducida.

El exceso de tejido adiposo debido a la inactividad provoca la conversión de andrógenos en estrógenos mediante la enzima aromatasa, un proceso que genera niveles elevados de estrógenos en mujeres premenopáusicas. Este exceso puede favorecer desórdenes como la endometriosis y dismenorrea, tal como señala un estudio de la Endocrine Society (2019).

La actividad física regular, especialmente los ejercicios aeróbicos y de fuerza, mejora la sensibilidad a la insulina, regula la producción de cortisol y favorece un perfil hormonal más equilibrado. Por ejemplo, 150 minutos semanales de ejercicio moderado, recomendados por la OMS, reducen significativamente los niveles de estrés y mejoran la función del sistema endocrino, incluyendo la regulación de las hormonas femeninas claves.

En conclusión, los ajustes en un estilo de vida que incorpore estrategias para manejar el estrés, asegurar un sueño adecuado y promover la actividad física diaria son esenciales para mantener un equilibrio hormonal que impacte positivamente en la salud femenina.

Uso De Productos Químicos Y Su Impacto

La exposición a productos químicos en rutinas diarias puede alterar el equilibrio de las hormonas femeninas, desencadenando problemas de salud relacionados con la disrupción endocrina. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los disruptores endocrinos (EDC, por sus siglas en inglés) interfieren con las funciones hormonales al imitar, bloquear o alterar sus acciones naturales. Entre los productos comunes que contienen estas sustancias se encuentran los cosméticos y materiales plásticos.

Cosméticos con tóxicos

Los productos de cuidado personal y maquillaje suelen contener ingredientes químicos que pueden actuar como disruptores endocrinos. Según un estudio publicado en Environmental Research (2020), sustancias como los parabenos, los ftalatos y el triclosán están presentes en un amplio rango de cosméticos y se han asociado con alteraciones en la producción de estrógeno y progesterona. Estas disrupciones pueden afectar el ciclo menstrual, la fertilidad y el riesgo de desarrollar enfermedades hormonodependientes, como el cáncer de mama.

  • Parabenos: Utilizados como conservantes, estos compuestos químicos tienen propiedades similares a los estrógenos debido a su capacidad para unirse a los receptores de estrógenos en el cuerpo. Un estudio de la Facultad de Medicina de Harvard (2019) mostró que la exposición prolongada a parabenos puede elevar el riesgo de alteraciones hormonales y problemas reproductivos.
  • Ftalatos: Estos compuestos se emplean para estabilizar fragancias artificiales en cosméticos. Según el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism (2021), los ftalatos disminuyen la producción de progesterona, creando un desequilibrio hormonal que puede asociarse con disminución de la fertilidad y problemas en el embarazo.
  • Triclosán: Encontrado en productos antibacterianos como desodorantes y jabones, puede interferir con la producción de las hormonas tiroideas, esenciales para el metabolismo y el desarrollo. El Endocrine Society advierte que esta sustancia está vinculada con irregularidades metabólicas e impactos negativos en el sistema reproductivo.

Adoptar alternativas libres de químicos, optar por productos certificados orgánicos y leer las etiquetas de ingredientes, puede ayudar a reducir la exposición a estos tóxicos. Además, evitar fragancias sintéticas y buscar productos hipoalergénicos minimiza el impacto en las hormonas.

Exposición a plásticos y ftalatos

Los materiales plásticos, especialmente los utilizados en envases de alimentos y productos de uso cotidiano, liberan componentes químicos que actúan como disruptores endocrinos. Los ftalatos y el bisfenol A (BPA) son los principales compuestos implicados. Según la Environmental Protection Agency (EPA) de Estados Unidos, estas sustancias afectan el equilibrio hormonal debido a su capacidad para alterar los receptores hormonales.

  • Bisfenol A (BPA): Componente común en envases plásticos y revestimientos de latas, el BPA imita la acción del estrógeno, interfiriendo en la comunicación entre las células endocrinas. Un estudio publicado en Nature Reviews Endocrinology (2020) reveló que niveles elevados de BPA en el organismo pueden provocar ciclos menstruales irregulares, infertilidad y mayor predisposición al síndrome de ovario poliquístico (SOP).
  • Ftalatos en plásticos: Estos compuestos, usados para aumentar la flexibilidad de plásticos, son absorbidos por el cuerpo a través de alimentos envasados o líquidos almacenados en botellas de plástico. Según un informe de la OMS (2022), los ftalatos interfieren con la señalización del estrógeno y disminuyen la producción de testosterona, afectando tanto la salud reproductiva femenina como la metabólica.

Además, los plásticos utilizados en altas temperaturas intensifican la liberación de químicos tóxicos. Estudios recientes confirman que calentar alimentos en recipientes plásticos o reutilizar botellas puede aumentar la concentración de BPA y ftalatos en el cuerpo.

Para disminuir la exposición, se recomienda usar recipientes de vidrio, acero inoxidable o silicona aptos para alimentos, preferir productos etiquetados como “sin BPA” y evitar microondas en plásticos. Es fundamental también reducir el consumo de alimentos procesados empaquetados en materiales plásticos, ya que son una fuente significativa de contacto con estas sustancias químicas.

En general, la exposición combinada a químicos presentes en cosméticos y plásticos representa una amenaza considerable para el equilibrio hormonal. Promover el uso de materiales y productos seguros ayuda a proteger la salud hormonal y conduce a un mejor bienestar en mujeres.

Cómo Adoptar Hábitos Más Saludables

El equilibrio de las hormonas femeninas está directamente relacionado con los hábitos diarios. Cambios en la alimentación, la gestión del estrés y el consumo de productos pueden contribuir significativamente a mejorar la salud hormonal y prevenir desajustes.

Mejoras en la alimentación

La dieta influye directamente en la producción y regulación de las hormonas. Consumir nutrientes adecuados promueve un equilibrio hormonal saludable.

  • Reducción de azúcares simples: Altos niveles de consumo de azúcares simples incrementan la secreción de insulina, lo que, según datos del Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism (2020), puede estimular un aumento en los niveles de estrógeno y contribuir a desórdenes hormonales como el síndrome de ovario poliquístico (SOP). Optar por carbohidratos complejos y alimentos ricos en fibra ayuda a regular estos efectos.
  • Ingesta de grasas saludables: Las grasas saludables, especialmente los ácidos grasos omega-3 presentes en el pescado azul, las nueces y el aceite de linaza, son esenciales para la producción de hormonas esteroides, como el estrógeno y la progesterona. Según un estudio publicado en la American Journal of Clinical Nutrition (2018), consumir grasas saludables mejora tanto la sensibilidad a la insulina como los niveles hormonales en mujeres con desequilibrios del ciclo menstrual.
  • Micronutrientes clave: El magnesio, el zinc y las vitaminas del complejo B desempeñan un papel crucial en la función endocrina. Por ejemplo, la vitamina B6 es un cofactor esencial en la síntesis de neurotransmisores como la serotonina, que está vinculada al estado de ánimo y a la regulación de la prolactina. Incorporar alimentos como espinacas, semillas y legumbres puede prevenir deficiencias comunes.

Incorporación de rutinas de relajación

El manejo del estrés crónico es fundamental para mantener el equilibrio hormonal. La activación continua del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA) por estrés prolongado eleva los niveles de cortisol, lo que puede interferir con la producción de estrógeno y progesterona.

  • Meditación y respiración profunda: Según la Clínica Mayo (2021), prácticas como la meditación mindfulness reducen la activación del sistema nervioso simpático, disminuyendo los niveles de cortisol y promoviendo un estado de relajación. Estudios como el de Frontiers in Endocrinology (2019) muestran que sesiones de 15-20 minutos diarios son suficientes para observar mejoras en la regulación hormonal.
  • Ejercicio físico adecuado: La actividad física moderada disminuye los niveles de cortisol y regula la insulina, pero ejercicios de alta intensidad y frecuentes pueden tener un efecto opuesto al elevar el cortisol de manera crónica. Incorporar actividades como yoga o pilates puede beneficiar tanto el equilibrio hormonal como el bienestar emocional.
  • Promoción del sueño reparador: Según la National Sleep Foundation (2020), las mujeres necesitan entre 7 y 9 horas de sueño para mantener un ritmo circadiano saludable. Dado que la melatonina y el cortisol están sincronizados con este ritmo, promover buenos hábitos de sueño optimiza la función hormonal y mejora el metabolismo energético.

Selección de productos naturales

Los productos químicos en alimentos, cosméticos y entorno afectan a las hormonas femeninas. Los disruptores endocrinos, como los ftalatos, parabenos y bisfenol A (BPA), imitan las hormonas naturales y alteran procesos fisiológicos esenciales.

  • Evitar recipientes plásticos: Según la Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA, 2021), materiales plásticos que contienen BPA pueden liberar cantidades detectables de este compuesto cuando están expuestos a altas temperaturas. Optar por vidrios o acero inoxidable para almacenar alimentos y bebidas disminuye esta exposición.
  • Cosméticos sin químicos tóxicos: Sustituir productos que contienen parabenos y ftalatos por alternativas etiquetadas como libres de disruptores hormonales reduce riesgos. Un informe de Environmental Health Perspectives (2020) destacó que el uso de productos naturales puede disminuir hasta un 30% la alteración de los niveles hormonales tras cuatro semanas.
  • Asegurar productos orgánicos: Alimentos no tratados con pesticidas químicos, según la OMS (2019), contienen menores niveles de compuestos asociados a problemas hormonales y reproductivos en mujeres, como alteraciones en la ovulación y la fertilidad. La certificación ecológica es un indicador clave para escoger opciones seguras.

Un enfoque multifacético al adoptar hábitos saludables puede prevenir desequilibrios hormonales y mejorar el funcionamiento del sistema endocrino. La evidencia científica respalda cambios simples y consistentes en el estilo de vida para promover el bienestar hormonal.

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Marta López

Marta López

Tengo 52 años y desde siempre me apasiona la fitoterapia. Me formé en el ámbito de la salud y, desde niña, descubrí el poder de las plantas en casa. Crecí rodeada de naturaleza y de personas que sabían escucharla. Me encanta combinar ciencia y tradición para mejorar el bienestar en el día a día. Aquí comparto lo que he aprendido, entre experiencias personales y consejos prácticos.

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