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Alimentos que apoyan la función tiroidea: salud y equilibrio hormonal

Marta López by Marta López
in Nutrición
Alimentos que apoyan la función tiroidea: salud y equilibrio hormonal
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Mantener una glándula tiroides saludable es crucial para el equilibrio hormonal y el metabolismo del cuerpo. Esta pequeña glándula, ubicada en el cuello, regula funciones esenciales como la temperatura corporal, el ritmo cardíaco y la producción de energía. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos tiroideos afectan a millones de personas en todo el mundo, siendo el hipotiroidismo y el hipertiroidismo los más comunes.

Una alimentación adecuada desempeña un papel fundamental en el apoyo a la función tiroidea. Nutrientes como el yodo, el selenio y el zinc son esenciales para la síntesis y regulación de las hormonas tiroideas. Sin embargo, la deficiencia de estos elementos sigue siendo un problema en algunas regiones, especialmente en zonas con suelos pobres en minerales. Incorporar ciertos alimentos ricos en estos nutrientes puede marcar una diferencia significativa en la salud tiroidea, ayudando a prevenir desequilibrios y a mejorar el bienestar general.

Importancia de la tiroides en la salud

La glándula tiroides desempeña un papel central en el mantenimiento de la homeostasis y el equilibrio metabólico del organismo. Esta glándula, ubicada en el cuello, tiene forma de mariposa y produce hormonas tiroideas, principalmente la triyodotironina (T3) y la tiroxina (T4), que regulan múltiples procesos fisiológicos.

Regulación del metabolismo

Las hormonas tiroideas controlan la tasa metabólica basal, es decir, la cantidad de energía que el cuerpo consume en reposo. Según un estudio publicado por The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism (2020), estas hormonas influyen en la oxidación de nutrientes y en la regulación de la temperatura corporal, garantizando el equilibrio energético. Disfunciones en la tiroides pueden ralentizar el metabolismo (hipotiroidismo) o acelerarlo (hipertiroidismo), lo que lleva a problemas como aumento o pérdida de peso inesperados.

Desarrollo y función del sistema nervioso

Durante las primeras etapas de la vida, las hormonas tiroideas son esenciales para el desarrollo del sistema nervioso central. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), la deficiencia de yodo, un elemento clave en la síntesis de hormonas tiroideas, es la causa principal de retraso mental prevenible en el mundo. La insuficiencia de estas hormonas durante el embarazo puede provocar daños irreversibles en el desarrollo neurológico del feto, un trastorno conocido como cretinismo.

Regulación del sistema cardiovascular

La tiroides también influye considerablemente en el sistema cardiovascular. Las hormonas tiroideas afectan la contracción del miocardio, la frecuencia cardíaca y la resistencia vascular periférica. Estudios publicados en European Thyroid Journal (2021) muestran que niveles elevados de T3 y T4 pueden aumentar la frecuencia cardíaca y provocar hipertensión, mientras que niveles bajos pueden ocasionar bradicardia y fatiga.

Relación con el sistema inmunológico

La relación entre la función tiroidea y el sistema inmunológico ha sido objeto de extensas investigaciones. Algunos trastornos autoinmunes como la enfermedad de Hashimoto (tiroiditis crónica) y la enfermedad de Graves-Basedow afectan directamente la producción hormonal de la glándula. Estas afecciones provocan inflamación y la producción de autoanticuerpos que atacan los tejidos tiroideos. De acuerdo con un informe de Nature Reviews Endocrinology (2023), las dietas deficientes en selenio y zinc pueden agravar estas condiciones.

Impacto en la salud reproductiva

El eje tiroides-gonadal regula la fertilidad y la función reproductiva. Alteraciones hormonales tiroideas pueden interrumpir el ciclo menstrual, disminuir la reserva ovárica o afectar la capacidad espermática. Un estudio de la Universidad de Glasgow (2018) indicó que mujeres con hipotiroidismo no tratado tienen un mayor riesgo de infertilidad y complicaciones en el embarazo, incluyendo hipertensión gestacional y partos prematuros.

Influencia en el estado emocional

La disfunción tiroidea tiene implicaciones significativas en el equilibrio emocional y la salud mental. Niveles bajos de hormonas tiroideas están asociados con síntomas depresivos, mientras que niveles excesivos pueden desencadenar ansiedad. Investigaciones realizadas por el American Psychiatric Association (2019) revelaron que aproximadamente el 15% de los pacientes diagnosticados con trastornos del estado de ánimo subyacentes presentan disfunción tiroidea como factor contribuyente.

Factores que afectan su función

Diversos factores, como deficiencias nutricionales, exposición a tóxicos ambientales y condiciones genéticas, influyen en la función tiroidea. El yodo, el selenio y el zinc son imprescindibles para mantener la actividad hormonal adecuada. Según la American Thyroid Association (2022), las dietas carentes en estos micronutrientes afectan directamente la producción de T3 y T4. Además, elementos contaminantes como los bifenilos policlorados (PCB) y bisfenoles alteran la estructura hormonal, aumentando los riesgos de disfunción tiroidea.

Fomento de una función tiroidea óptima

Al adoptar una dieta equilibrada rica en nutrientes específicos, se reduce el riesgo de trastornos tiroideos. Alimentos como el pescado, las algas marinas y los cereales integrales son fuentes naturales de yodo; las nueces de Brasil y las semillas de girasol aportan grandes cantidades de selenio. Para garantizar niveles adecuados, los organismos internacionales recomiendan un consumo diario de yodo de 150-250 microgramos para adultos.

La comprensión profunda de la importancia de la tiroides y de los factores que la afectan resulta esencial para prevenir alteraciones endocrinas y preservar la salud general.

Relación Entre La Nutrición Y La Función Tiroidea

La interacción entre la nutrición y la función tiroidea es fundamental para mantener un equilibrio hormonal eficaz en el organismo. Nutrientes clave como el yodo, el selenio, el zinc, las vitaminas A y D, entre otros, contribuyen a la síntesis y regulación de las hormonas tiroideas. La deficiencia o el exceso de ciertos componentes pueden alterar el funcionamiento de la glándula tiroides, aumentando el riesgo de trastornos metabólicos y endocrinos.

Vitaminas y minerales esenciales

La glándula tiroides requiere un suministro constante de ciertos micronutrientes para producir y regular hormonas como la tiroxina (T4) y la triyodotironina (T3). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la insuficiencia de elementos como el yodo afecta aproximadamente al 30% de la población mundial.

  • Yodo: Este elemento es esencial para la síntesis de T4 y T3. Su carencia puede causar bocio y hipotiroidismo. La OMS establece una ingesta diaria recomendada de 150 microgramos para adultos, aumentando a 250 microgramos en mujeres embarazadas. Fuentes alimenticias destacadas incluyen pescados, mariscos y sal yodada.
  • Selenio: Contribuye a la conversión de T4 a T3 mediante las enzimas desyodasas. Además, protege la glándula tiroides del daño oxidativo mediante su papel en la enzima glutatión peroxidasa. Alimentos como nueces de Brasil, atún y huevos son ricos en este mineral.
  • Zinc: Es necesario para la regulación de la secreción hormonal y la función del receptor tiroideo. La deficiencia de zinc, según investigaciones publicadas en Journal of Nutrition (2021), está ligada a alteraciones tiroideas en niños y adultos. Carnes magras, legumbres y semillas de calabaza son buenas fuentes de zinc biodisponible.
  • Vitamina A: Mejora la respuesta del receptor celular a las hormonas tiroideas y es crucial para prevenir el hipotiroidismo. Fuentes como zanahorias, espinacas y productos lácteos enriquecidos ayudan a cubrir las necesidades.
  • Vitamina D: Estudios de la American Thyroid Association (2020) indican que los niveles reducidos de vitamina D están correlacionados con trastornos autoinmunes como la tiroiditis de Hashimoto. Fuentes como pescado azul, aceite de hígado de bacalao y lácteos fortificados apoyan su ingesta.

La interacción sinérgica de estos nutrientes mejora la capacidad de la tiroides para cumplir con sus funciones endocrinas.

Impacto de los desequilibrios alimenticios

La disfunción tiroidea puede estar asociada a patrones dietéticos inadecuados. Según la revista Endocrine Reviews (2022), las carencias prolongadas de micronutrientes esenciales pueden desencadenar desregulaciones hormonales.

  • Dietas restrictivas: Modelos como las dietas veganas o extremadamente hipocalóricas pueden resultar en insuficiencia de yodo, selenio, o incluso colesterol, necesario para la síntesis hormonal. Este último constituye un precursor básico de las hormonas tiroideas y esteroideas.
  • Exceso de bociógenos: Sustancias presentes en coles, brócoli o coles de Bruselas, aunque saludables en moderación, interfieren con la captación tiroidea de yodo. La cocción adecuada de estos vegetales elimina su efecto perjudicial.
  • Consumo elevado de soja: Los isoflavonoides de la soja disminuyen la actividad de la enzima que sintetiza las hormonas tiroideas. Este efecto se agrava especialmente en individuos con carencia de yodo.
  • Deficiencia energética crónica: Estados como el desequilibrio calórico a largo plazo afectan los niveles de T3, reduciendo el metabolismo basal y predisponiendo al aumento de peso. Esto es un factor de riesgo adicional para el desarrollo de hipotiroidismo subclínico.

La nutrición adecuada protege la función tiroidea de desajustes provocados por carencias específicas o excesos dietéticos. Además, ciertos patrones dietéticos ricos en antioxidantes contribuyen a mitigar la inflamación autoinmune que afecta la tiroides.

Alimentos Que Apoyan La Función Tiroidea

Una dieta rica en nutrientes esenciales resulta clave para mantener la función tiroidea en equilibrio, ya que esta glándula depende de ciertos compuestos específicos para sintetizar y regular sus hormonas. Incorporar alimentos adecuados puede prevenir deficiencias y mejorar su funcionalidad.

Fuentes ricas en yodo

El yodo es esencial para la síntesis de las hormonas tiroideas T3 (triyodotironina) y T4 (tiroxina). Estas hormonas intervienen en procesos metabólicos y el desarrollo neurológico. Según la OMS (2020), aproximadamente el 30% de la población mundial sufre deficiencia de yodo, lo que incrementa el riesgo de hipertrofias tiroideas y trastornos metabólicos.

Las principales fuentes alimenticias de yodo incluyen:

  • Sal yodada: Contiene cerca de 76 µg de yodo por gramo y es una estrategia eficaz para combatir deficiencias.
  • Algas marinas: Como el kelp o el nori, pueden proporcionar entre 50 y 3000 µg de yodo por porción de 5 gramos, superando las necesidades diarias.
  • Pescados y mariscos: Bacalao (99 µg por 100 g) y camarones (35 µg por 100 g) son ricos en este mineral.
  • Lácteos: La leche y el queso aportan alrededor de 60 µg por vaso o 1 porción, respectivamente.

Un consumo excesivo de yodo, sin embargo, puede desregular el eje tiroideo-hipofisario, según un informe de la American Thyroid Association (2021).

Beneficios del selenio

El selenio actúa como cofactor de la enzima glutatión peroxidasa, que protege a la glándula tiroidea contra el daño oxidativo. Además, es imprescindible para la conversión de T4 en T3, la forma activa de las hormonas tiroideas. Un estudio publicado en Nature Reviews Endocrinology (2018) encontró que niveles insuficientes de selenio están asociados con disfunciones tiroideas autoinmunes, como la tiroiditis de Hashimoto.

Las principales fuentes de selenio incluyen:

  • Nueces de Brasil: Contienen entre 68 y 90 µg por nuez, superando la ingesta diaria recomendada de 55 µg.
  • Pescados grasos: Atún, sardinas y salmón contienen más de 40 µg de selenio por 100 gramos.
  • Cereales integrales y huevos: Ambos aportan entre 20 y 30 µg por porción, dependiendo de la calidad del suelo donde se cultiven o el tipo de alimentación de las gallinas.

El balance es clave, ya que un exceso de selenio puede tener efectos tóxicos y perjudicar la tiroides.

Importancia del zinc

El zinc facilita la regulación de la hormona TSH (hormona estimulante de la tiroides) y es necesario para el buen funcionamiento de receptores específicos en las células tiroideas. Según un informe de la NIH Office of Dietary Supplements (2022), las deficiencias leves de zinc pueden alterar la homeostasis tiroidea y resultar en hipotiroidismo subclínico.

Las fuentes principales de este mineral incluyen:

  • Carnes magras: Ternera y pollo aportan entre 7 y 10 mg de zinc por 100 gramos.
  • Semillas: Las de calabaza y sésamo ofrecen cerca de 5 mg por 30 gramos.
  • Legumbres: Lentejas y garbanzos contribuyen entre 1 y 3 mg por taza cocida.
  • Mariscos: Ostras, los alimentos más ricos en zinc, contienen hasta 52 mg por 100 gramos.

Comer alimentos ricos en zinc ayuda a mantener la producción óptima de tiroxina y asegura la respuesta adecuada a las demandas metabólicas.

Grasas saludables y omega-3

Los ácidos grasos omega-3 y las grasas saludables desempeñan un papel en la modulación de la inflamación en tejidos glandulares y apoyan la comunicación intercelular. Estudios como el liderado por el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism (2017) concluyen que estos lípidos pueden regular las citoquinas inflamatorias, reduciendo el impacto de trastornos como la tiroiditis autoinmune.

Principales fuentes:

  • Pescados grasos: El salmón, la caballa y el arenque contienen hasta 2.5 g de omega-3 por porción de 100 gramos.
  • Frutos secos: Las nueces y almendras aportan grasas insaturadas beneficiosas, con hasta 10 g por 28 gramos.
  • Semillas de chía y lino: Ricas en ácido alfa-linolénico (ALA), proporcionan 4 g de omega-3 por 30 gramos.
  • Aceite de oliva virgen extra: Sus grasas monoinsaturadas tienen propiedades antiinflamatorias que benefician el tejido tiroideo.

Un consumo equilibrado de omega-3 favorece una salud tiroidea robusta y mejora la capacidad del organismo para procesar hormonas tiroideas en condiciones de estrés inflamatorio.

Alimentos A Limitar Para La Salud Tiroidea

El consumo de ciertos alimentos puede interferir en la función de la glándula tiroides, especialmente en personas con predisposición a trastornos tiroideos. Esto se debe a su contenido de compuestos específicos que impactan la síntesis, conversión o utilización de hormonas tiroideas. Limitar estos alimentos puede ser clave para mantener un funcionamiento tiroideo óptimo.

Efectos de los bociógenos

Bociógenos son sustancias que inhiben la captación de yodo por parte de la tiroides, afectando la producción de hormonas tiroideas. Estos compuestos, presentes de manera natural en ciertos alimentos, como verduras crucíferas, afectan principalmente a quienes tienen deficiencia de yodo o hipotiroidismo. Según un estudio publicado en British Journal of Nutrition (2017), un consumo elevado de alimentos bociógenos puede exacerbar la formación de bocio y reducir significativamente los niveles de tiroxina (T4).

Entre los alimentos ricos en bociógenos se encuentran las crucíferas como el brócoli, col rizada, coliflor, coles de Bruselas y nabos. Sin embargo, la cocción de estas verduras reduce su contenido en bociógenos al inactivar las enzimas responsables de estos efectos, como la mirosinasa. Hervir estas verduras durante al menos 30 minutos disminuye hasta en un 70% sus compuestos bociógenos.

Las semillas de soja y sus derivados, como tofu y leche de soja, también contienen isoflavonas, un tipo de fitoestrógeno que puede interferir en la acción de la peroxidasa tiroidea, enzima crucial para la incorporación de yodo en la síntesis hormonal. Un informe del Thyroid Research Journal (2020) señala que un consumo excesivo de soja, en ausencia de suficiente yodo dietético, puede aumentar el riesgo de hipotiroidismo subclínico.

Alimentos altos en procesados

Los alimentos procesados suelen contener altos niveles de azúcar, grasas trans y sodio, elementos relacionados con la inflamación y el estrés oxidativo, factores que pueden desregular la función tiroidea. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), el exceso de sodio en la dieta se ha vinculado con un mayor riesgo de enfermedades metabólicas, que a su vez pueden influir negativamente en la función de la tiroides.

Las grasas trans, presentes en productos ultraprocesados como bollería industrial, snacks empaquetados y margarinas, afectan las membranas celulares de la tiroides, reduciendo la respuesta de estas a la hormona tiroestimulante (TSH). Estudio en Journal of Endocrinology (2018) demuestra que las dietas ricas en ácidos grasos trans dañan la conversión de la hormona T4 en su forma activa, triyodotironina (T3), crucial para el metabolismo celular.

Por otro lado, el jarabe de maíz alto en fructosa, común en refrescos y productos de pastelería, contribuye al aumento del estrés oxidativo en la glándula tiroidea. Este estrés oxidativo puede agravar afecciones autoinmunes tiroideas, como la tiroiditis de Hashimoto. Un artículo en Clinical Nutrition (2021) detalla cómo las dietas ricas en azúcares refinados aumentan los niveles de inflamación sistémica, dañando tejidos sensibles como la glándula tiroides.

Para mitigar estos efectos, optar por alimentos integrales y reducir el consumo de procesados puede disminuir la carga oxidativa y mejorar la función endocrina general. Sustituir estos productos con alternativas naturales, como frutas frescas y grasas saludables (aguacates, nueces, aceitunas), fomenta un entorno metabólico más equilibrado.

Consejos Para Incorporar Estos Alimentos En La Dieta

Un enfoque planificado permite integrar alimentos beneficiosos para la función tiroidea de manera efectiva y sostenible en la dieta diaria. Facilitar su consumo regular potencia la absorción de nutrientes esenciales, optimizando el metabolismo y la producción hormonal.

Optar por fuentes locales y frescas

Seleccionar alimentos frescos y de origen local asegura una mayor calidad nutricional. Estudios publicados por la European Journal of Endocrinology (2020) destacan que el contenido de yodo, selenio y zinc en productos agrícolas varía según la región, siendo preferibles zonas con suelos ricos en estos minerales. Los pescados grasos, como el salmón y las sardinas, adquieren un contenido superior de omega-3 si provienen de criaderos sostenibles o pesca en aguas abiertas.

Incluir sal yodada como sustituto de la sal común

El yodo es fundamental para la síntesis de hormonas tiroideas T3 y T4. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022) destaca que la deficiencia de yodo afecta a más del 30% de la población mundial. Sustituir la sal común por sal yodada en pequeñas cantidades puede completar las necesidades diarias de este mineral. Por ejemplo, una cucharadita de sal yodada contiene aproximadamente 150 microgramos de yodo, cubriendo la ingesta recomendada para adultos.

Incluir mariscos y pescados dos o tres veces por semana

El consumo habitual de pescados y mariscos aporta selenio, omega-3 y zinc, nutrientes que promueven la modulación inflamatoria y el equilibrio hormonal. Según el Instituto Norteamericano de Salud (NIH, 2021), 100 gramos de atún proveen alrededor de 92 microgramos de selenio, cubriendo el 167% de la ingesta diaria recomendada para adultos.

Incorporar frutos secos como fuente de selenio

Las nueces de Brasil ofrecen concentraciones extraordinarias de selenio. Según un estudio de la Facultad de Nutrición de São Paulo (2017), una sola nuez de Brasil provee entre 68 y 91 microgramos de selenio, suficiente para alcanzar los requerimientos diarios. Añadir dos o tres unidades en desayunos o meriendas resulta práctico y eficiente para evitar suplementos adicionales.

Consumir grasas saludables y limitar la ingesta de trans

Las grasas saludables apoyan la función tiroidea al reducir la inflamación autoinmune. Se recomiendan aceites vegetales como el de oliva virgen extra y aguacates, mientras que las grasas trans y los productos ultra procesados deben limitarse. Un metaanálisis publicado en Current Developments in Nutrition (2020) señaló que un consumo excesivo de grasas trans puede alterar la expresión de receptores hormonales tiroideos.

Moderar el consumo de verduras crucíferas

Verduras como el brócoli, la col y las coles de Bruselas, ricas en glucosinolatos, pueden interferir en la captación de yodo en la tiroides. Aunque son saludables en dietas equilibradas, cocinar estas verduras reduce su contenido de compuestos bociógenos hasta un 60%, según la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC).

Incorporar algas marinas de forma medida

Las algas marinas son una fuente excepcional de yodo. Sin embargo, su consumo excesivo puede provocar hipertiroidismo en personas sensibles. Según The Thyroid Journal (2020), el alga nori contiene alrededor de 16 microgramos de yodo por gramo, mientras que la kombu alcanza los 2523 microgramos. Incorporar cantidades pequeñas (menos de 5 gramos al día) en sopas o ensaladas permite aprovechar sus beneficios sin riesgos.

Planificar comidas para integrar micronutrientes clave

Diseñar las comidas semanalmente fomenta una ingesta balanceada de micronutrientes esenciales. Por ejemplo, incluir pescados, huevos, vegetales y frutos secos asegura un aporte completo de yodo, selenio y zinc. Complementar con frutas y cereales enteros amplifica el beneficio antioxidante y mantiene estable el metabolismo basal.

Evitar la ingesta elevada de soja no fermentada

La soja, especialmente en su forma no fermentada, contiene isoflavonas que disminuyen la absorción de yodo y alteran la actividad de la peroxidasa tiroidea. Un estudio del European Thyroid Journal (2018) confirmó que un consumo excesivo de productos a base de soja puede agravar condiciones de hipotiroidismo. Alternar con formas fermentadas como el miso o el tempeh disminuye este efecto negativo.

Priorizar la biodisponibilidad de nutrientes

Consumir alimentos ricos en zinc, como ostras o carne magra, junto con frutas ricas en vitamina C, como naranjas, puede mejorar la absorción de minerales. Según la American Journal of Clinical Nutrition (2019), la combinación de vitamina C con zinc eleva las tasas de biodisponibilidad por encima del 20%.

Estos consejos respaldan el adecuado mantenimiento de la función tiroidea mediante una nutrición precisa, limitando posibles riesgos asociados con deficiencias o interacciones negativas entre alimentos.

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Tengo 52 años y desde siempre me apasiona la fitoterapia. Me formé en el ámbito de la salud y, desde niña, descubrí el poder de las plantas en casa. Crecí rodeada de naturaleza y de personas que sabían escucharla. Me encanta combinar ciencia y tradición para mejorar el bienestar en el día a día. Aquí comparto lo que he aprendido, entre experiencias personales y consejos prácticos.

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